Os presentamos las obras del mes de junio seleccionadas por expertos del Museo de Bellas Artes de Asturias.
Autorretrato doble realizado por el pintor asturiano Nicanor Piñole (1878-1978) hacia 1910.
Piñole, uno de los artistas más longevos del siglo XX asturiano, fue seguramente también el que más veces se autorretrató, como en esta expresiva acuarela del Museo de Bellas Artes de Asturias que procede de la colección de la antigua Diputación Provincial. En ella se muestran dos estudios de cabeza, de frente y de tres cuartos, en los que destaca particularmente el estudio fisonómico, de luces y la fuerza y expresividad de su mirada.
San Pedro, uno de los cobres pertenecientes al Apostolado pintado por Segismundo Laire (1552-1639).
El pintor alemán representó a todos los apóstoles de la serie de pie, ocupando prácticamente la totalidad de la altura del soporte, en actitudes similares. Se acompañan de un libro (y en el caso de San Pedro también con la llave como atributo) y tienen todos la mirada perdida en el infinito, a excepción de San Pablo, que se dirige directamente al espectador. Sobresalen también por su rico y variado colorido y por la precisión en el dibujo.
La vuelta del trabajo en Brujas fue realizada hacia 1902-1904 en uno de los viajes a Bélgica que hizo el artista Manuel Benedito durante su etapa como pensionado en Roma.
La pintura representa la vuelta del trabajo de unos campesinos, con un molino, situado sobre una pequeña colina artificial, destacando en el centro de la composición, rodeado de nubes teñidas de rosa y violeta, colores del atardecer. Es representativa de su etapa más interesante, en la que muestra su preocupación por la captación de la atmósfera luminosa al aire libre, donde las sombras se colorean de modo postimpresionista y con pincelada suelta y empastada.
Manuel Rodríguez Lana, Marola (Gijón, 1905-1986), historietista y caricaturista que colaboró, entre otras publicaciones, en el diario gijonense La Prensa. Aquí fue donde publicó esta caricatura de Pío Baroja, el 10 de abril de 1932.
Sus caricaturas, de las que el Museo conserva una amplia serie, se caracterizan por el esquematismo, por la esencialidad, por la perfecta caracterización del personaje, definido a través de perfiles de líneas simples y de manchas planas, así como por el fino humorismo, recursos que le permiten, a pesar del carácter sumario, reflejar la personalidad, el alma de sus personajes.
Desde el Museo de Bellas Artes de Asturias buscamos conectar las colecciones, el conocimiento y el público generando experiencias de calidad con los Programas Educativos. Una variada propuesta para distintos tipos de públicos que surgen a partir de la colección pero también a partir de obras invitadas y exposiciones, con lo cual se puede conocer el museo si uno no lo conoce pero también, siempre, encontrar algo nuevo.
Los Programas Educativos del Museo van dirigidos a todo tipo de públicos:
Desde el Museo Bellas Artes de Asturias queremos que la experiencia del aprendizaje y el descubrimiento no se quede en el Museo. Por ello, ponemos a disposición de los usuarios, en nuestra web, recursos educativos descargables y guías interactivas para continuar la experiencia en casa.
Acceso a los Recursos Educativos.
Nuestra entrada de hoy se dedica a un proceso que quizás suele pasar más desapercibido entre todos los que componen la realización de una exposición, aunque luego sea el que permanezca en la memoria y en las estanterías del público visitante con el paso de los años: la edición de su catálogo. Por eso, y aprovechando que esta semana entramos en la última fase de impresión del catálogo de El vaciado de la huella belga, de Carlos Suárez, hemos querido presentaros un breve avance del mismo.
La exposición El vaciado de la huella belga (14 de abril – 3 de julio) es un proyecto específico del artista asturiano Carlos Suárez para el Museo de Bellas Artes de Asturias. Este proyecto parte de las últimas investigaciones del artista en torno al archivo, la memoria y la identidad y se concretiza en seis piezas, nacidas a partir del archivo de la Real Compañía Asturiana de Minas-Asturiana de Zinc.
El catálogo de este proyecto se concibe, además de como testimonio de la exposición, como una prolongación de la misma, en el que cada texto e imagen que lo compone se entiende como un documento, archivado y almacenado en su carpeta correspondiente. Para el diseño del catálogo, integrado por seis carpetas, el Museo ha contado de nuevo con la colaboración de Manuel Fernández, autor de su nueva imagen corporativa y del catálogo de la exposición Fulgor, de Ramón Isidoro. En cuanto a las fotografías, se deben a José Ferrero, quien ya realizó para la pinacoteca las instantáneas del proyecto específico Negro silencio, de Tanadori Yamaguchi. La tirada, numerada, será como en ocasiones anteriores de 500 ejemplares.
En las imágenes se pueden apreciar distintos momentos del proceso de impresión en la Imprenta La Versal de Gijón.
A continuación os dejamos un pequeño avance de los dos textos que conforman el catálogo, escritos por Javier Tudela Sáenz de Pipaón y Jaime Luis Martín. Y no os olvidéis, a partir de finales de la próxima semana… ¡ya estará disponible!
[…] Los arcontes tienen el poder de contar historias, de interpretarlas y de reunirlas; y esto ya supone un cambio de escala de actuación: la consignación posibilita el poder de contar la Historia. Ni en la construcción del archivo ni en la construcción de la Historia caben la inocencia o la improvisación. La construcción del archivo hace posible la construcción de la memoria e identidad; y la hace posible no a la manera de la Historia, sino a la manera del archivo: un archivo es un instrumento que se construye sistemáticamente, con determinación y conforme a unos criterios. Un archivo se construye conscientemente y su construcción es consciente desde la consciencia de quien pregunta; se clasifica atendiendo a unos datos que implican una jerarquía de valores -los valores de quien pregunta- y se restringe o permite su acceso de forma discrecional, supone una reserva y significa un control sobre el uso de la información que contiene -el control de quien pregunta-. La construcción de un archivo es un acto político. La construcción de la Historia no lo es menos […].
[…] En el fondo de aquella mina de Arnao, en una caseta que sirvió de refugio a la madre cuando le sorprendieron los dolores de parto, nació el hijo del guarda de herramientas del pozo. Este niño, al que “Mr. Jacobi, ingeniero alemán, director de la explotación, hombre letrado y no poco bromista, comenzó a llamarle Plutón por haber nacido debajo de tierra”, simbolizaba un nuevo mundo, formado por palabras como proletariado, socialismo, huelga y revolución. Una clase social tan perdedora como la que venía a sustituir, los campesinos, a los que Armando Palacio Valdés, autor de la novela La aldea perdida en la que se relatan estos hechos, eleva a la categoría de héroes, considerándolos los últimos defensores de un universo conservador, católico y bucólico. Pocos años después, Walter Benjamin oponía a aquella historia que se asentaba en la tradición de los poderosos la tradición de los oprimidos, de los que no tienen nombre porque “es más difícil honrar la memoria de quienes no tienen nombre que la de las personas reconocidas [palabras tachadas: festejadas, sin que poetas y pensadores sean una excepción]. A la memoria de los sin nombre está dedicada la construcción histórica.”. Esta tarea constructiva exige bucear en archivos en los que “los conformistas de la historia nunca meten sus narices (o sus ojos) […]”.