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El cincel de José Gragera

Publicado el 27 de julio de 2016

El cincel de José Gragera

Hasta el próximo mes de septiembre el Museo expone dentro del Programa La Obra invitada dos bustos en mármol realizados por el escultor José Gragera y Herboso que representan, respectivamente, a los próceres asturianos José Francisco de Uría y Riego (1862) y Gaspar Melchor de Jovellanos (1863). Ambas obras, instaladas temporalmente en la sala 5 (segunda planta del Palacio de Velarde), proceden de la Junta General del Principado de Asturias. Su préstamo se inscribe dentro de un convenio de colaboración suscrito entre la propia Junta y el Museo el pasado mes de mayo.

José Gragera, Autorretrato

José Gragera, Autorretrato, carbón sobre papel.

Coincidiendo con la presencia de estos bustos hemos querido dedicar esta entrada a la vida y el arte de José Gragera quien, a pesar de ser hoy casi un desconocido, fue en realidad uno de los más renombrados escultores españoles del siglo XIX.

José Bartolomé Gragera y Herboso nació en Laredo (Cantabria) el 24 de agosto de 1818. Pocos años después se trasladó con su familia a Oviedo. En la capital del Principado estudió en la Escuela de Dibujo dependiente de la Sociedad Económica de Amigos del País y, según sus biógrafos (entre los que destaca Enrique Pardo Canalís), pasó también por las aulas de la Universidad, donde estudió Gramática Latina y Filosofía. En esta época se inició su relación con José Posada Herrera (1814-1885), quien parece ser intervino en favor del artista para que se le concediera una pensión que le permitiera continuar estudios en Madrid. Muchos años después, Gragera fue elegido para inmortalizar al jurista y político asturiano en un monumento erigido en Llanes en 1893 y del que el Museo de Bellas Artes de Asturias conserva una copia moderna en bronce del modelo para la estatua.

A partir de 1839 se documenta a José Gragera en Madrid, donde completó su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en el taller de José Tomás. Junto a él trabajó, según mencionan fuentes de la época, en la estatua del Valor y en la figura del león del Monumento a los Héroes del Dos de Mayo de Madrid. En 1854 obtuvo el primer éxito en su carrera, tras vencer el concurso para la erección del Monumento a Juan Álvarez Mendizábal en Madrid, actualmente perdido. Con motivo de la fundición de la estatua Gragera residió en París, entre 1856 y 1857, pero este monumento, de accidentada historia, no sería colocado en la Plaza del Progreso de la capital hasta 1869. Es también interesante señalar los cambios sufridos en la concepción de la figura. En el Museo del Romanticismo se conserva una versión en bronce del primer modelo, donde representa al efigiado con gran fidelidad y vestido con traje de época. Una figura descrita por las crónicas como de “hermoso busto, el rostro grave de correctísimas facciones, el rizado cabello, las patillas tan bien encajadas en los cuellos blancos, y éstos en el lioso tafetán de la negra corbata reluciente, las altas solapas de la levita y, por fin, al ponerse en pie, ésta en toda su longitud, ceñida y al propio tiempo holgada”. En la versión definitiva cambiaría ligeramente la disposición del cuerpo del modelo, que envolvería además con una capa, elemento recurrente en la escultura decimonónica que contribuye a dar dignidad y prestancia al retratado.

Monumento a los héroes del Dos de Mayo

Monumento a los héroes del Dos de Mayo, Madrid.

Mendizábal

José Gragera, Proyecto de estatua de Mendizábal, dibujado y litografiado por Juan Antonio López (Reproducido en Enrique Pardo Canalís, Vida y Arte de José Gragera, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1954, p. 178).

Proyecto de Estatua de Mendizábal

José Gragera, Proyecto de Estatua de Mendizábal, litografiado por D. Valdivieso (Reproducido en Enrique Pardo Canalís, Vida y Arte de José Gragera, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1954, p. 179).

Además de como escultor, José Gragera trabajó también desde 1857 como restaurador de escultura en el Real Museo de Pinturas y, a partir de 1869, se convirtió en subdirector conservador del Museo de Escultura, hoy Museo del Prado. Para esta institución desempeñó distintos trabajos, administrativos y artísticos, como la realización de una serie de bustos de tamaño colosal de distintos artistas destacados, como Rafael, Tiziano, Leonardo, Miguel Ángel, Ribera, Murillo y Velázquez, destinados a decorar el nuevo Salón Italo-Español. Este es seguramente su proyecto más renombrado para la pinacoteca, la cual todavía exhibe, a día de hoy, el retrato del arquitecto Juan de Villanueva, el único de la serie que se pasó a materia definitiva, en este caso a mármol.

Leonardo

José Gragera, Leonardo (Reproducido en Enrique Pardo Canalís, Vida y Arte de José Gragera, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1954, p. 188).

Tiziano

José Gragera, Tiziano (Reproducido en Enrique Pardo Canalís, Vida y Arte de José Gragera, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1954, p. 182).

Velázquez

José Gragera, Velázquez (Reproducido en Enrique Pardo Canalís, Vida y Arte de José Gragera, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1954, p. 184).

Excelente retratista, la mayor parte de su producción se centra en este género. Suele citársele como autor representativo de la escultura romántica española, aunque su obra se caracteriza por las referencias clásicas, que se combinan con un contenido sentimiento. Su estilo, sobrio y majestuoso, huye de toda posible afectación, reflejando gran serenidad en sus retratos. Así se aprecia, por ejemplo, en los dos bustos invitados, de Uría y de Jovellanos, pero también en el de Alfonso XII, de 1878, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Asturias como depósito del Museo del Prado. En este último, también de gran busto (como los de artistas realizados para el Prado), aparece el monarca representado con gran exactitud aunque ligeramente idealizado, inmortalizado con un modelado firme y sobrio. El rey va vestido con el uniforme de Capitán General del Ejército español y está enmarcado por un manto de armiño, que contribuye a dar corporeidad y prestancia a su figura. En opinión de Javier Barón este busto es la obra de mayor calidad de Gragera y uno de los mejores ejemplos del retrato escultórico de la temprana Restauración.

Jubilado de sus funciones en el Museo del Prado, Gragera regresó a Oviedo, donde fallecería el 31 de mayo de 1897.

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