El Museo de Bellas Artes de Asturias continúa durante el último cuatrimestre de 2016 su programa de PROYECTOS ESPECÍFICOS realizados por artistas contemporáneos en la pinacoteca.El esta ocasión será el artista Francisco Fresno (Villaviciosa, 1954) quien intervendrá en el patio y sala de exposiciones del Palacio de Velarde entre el 25 de octubre de 2016 y el 22 de enero de 2017. Escultor, pintor y grabador, su obra ha estado marcada desde sus orígenes por el contacto con la naturaleza, de la que recoge un sentimiento panteísta que le lleva a una percepción de la realidad transcendente y unitaria.
A continuación el propio artista presenta el proyecto, titulado Hacia la luz. Hasta la ausencia:
“Hace unos meses participé en la exposición colectiva Cajas, celebrada en el Museo de Bellas Artes de Asturias y comisariada por su director, Alfonso Palacio, y el ceramista Manuel Cimadevilla, que fue quien nos guió a los diez participantes con las técnicas de la cerámica y sus posibilidades para adecuarlas a nuestros intereses artísticos. En este proyecto tuve mi primera experiencia con la porcelana, un material sumamente frágil antes de su cocción, y muy fácil de pulir, casi como la tiza.
Con tales antecedentes he concebido la actual exposición, pero he de confesar que en este caso la idea ha derivado de la vivencia con el material mismo, de la atracción por su fragilidad, por la concentración que exige el pulido con el consiguiente vaciamiento mental durante el proceso, una liberación del pensamiento a través de lo psicomotriz, un ser y estar en blanco, en el blanco de las hojas de porcelana, tanto en el que se va adelgazando y tomando forma al pulirlo como en el que literalmente se sublima como polvo residual en vuelo.
En otra ocasión escribí que “quizá el alma de las cosas que buscamos con el arte se encuentre más fuera que dentro de ellas -entre ellas-, en ese exterior que es a su vez el interior común de su revés”, el espacio que las comunica y separa entre los límites de sus formas.
Recuerdo una experiencia de hace años, en la que me quedé mirando una columna blanca de mi estudio, aislando mi atención de todo lo demás. La forma cilíndrica de la columna graduaba la luz que se deslizaba sobre su superficie curva, resaltando la textura. Mi mente y mis ojos se fundían en ella. No había distancia entre ambos, era como ser y estar en lo otro, y viceversa: una forma de comunión y de conciencia de existir en lo que revelaba la luz.
Similar ha sido la experiencia y la atracción con la pasta de porcelana, con las hojas blancas en la palma de la mano, hermanadas con ella en su escala, con sus caras cóncavas y convexas, y también con la similitud de las huellas de las nerviaciones como líneas de la vida. Hojas frágiles en las que la fragilidad no se somete, pues exige sin imponerse. Hojas con destino: las que han de romperse se rompen como aviso ante cualquier intención de dominio. Hojas que permiten un fácil desgaste, y que en tal proceso van cubriendo el césped sobre el que cae su polvo blanco, pero como si en vez de polvo acumulado fuera una luz irradiada por lo terrenal.
En este caso, el discurrir ha sido el discurso, no discurso como idea teórica sino como vivencia con lo que literalmente tenía entre manos, vivencia en contacto con la naturaleza, desnudo sobre mi césped norteño, o junto a la orilla del mar Mediterráneo, escuchando la llegada de las olas sin ignorar mientras tanto que La ola es el mar (Willigis Jáger), igual que el blanco de las hojas es la recepción de la luz que ilumina el espíritu de la materia”.
Más información sobre el artista en: http://franciscofresno.blogspot.com.es