Publicado el 2 de marzo de 2017
Estas son las obras del mes de febrero seleccionadas por los expertos del Museo.
Elaborada por Joaquín Sorolla y Bastida entre 1902-1904, es una nota de color con una gran precisión en pincelada.Sorolla experimenta sobre la plasmación de un momento de luz y de movimiento y tiene un gran parecido con otro que el pintor regaló y dedicó a su amigo Manuel Benedicto.
Este maravilloso lienzo de 1946 pintado al temple por Andrés Vidau (1908-1965), preside desde su apertura la entrada del edificio de Ampliación.
Esta obra de gran formato fue pintada por encargo de los hermanos Sixto y Marcial García Álvarez, propietarios de un establecimiento comercial en Oviedo, para su stand en la Exposición de Productos Regionales del Noroeste de España que se celebraba en el verano de 1946 en Gijón.
Esta obra ingresó en el Museo De Bellas Artes de Asturias formando parte de la Colección Pedro Masaveu. Este tipo de pinturas decorativas estaban destinadas en el siglo XVII a decorar gabinetes o estrados de la nobleza o la burguesía acomodada o bien recintos religiosos, como sacristías o salas capitulares. Este florero de Arellano forma pareja con otro, de idéntica opulencia y similar complejidad decorativa en el jarrón, que cuenta con serpientes como asas y está realizado en bronce dorado y decorado con gallones en lapislázuli.
Esta imagen fue realizada en 1663 por Luis Fernández de La Vega.
La Virgen aparece representada según el modelo utilizado por Gregorio Fernández, quien sigue a su vez la descripción apocalíptica: vestida de sol, con una corona de doce estrellas (en alusión simbólica a las doce tribus de Israel) y la luna en cuarto creciente bajo sus pies, expresión de triunfo sobre el mal y el pecado, bajo la cual se sitúa un remolino de nubes del que emergen tres cabezas de angelitos.
Esta pieza fue adquirida por el Museo en 2006.
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