Publicado el 9 de octubre de 2017
Os presentamos las obras del mes de septiembre seleccionadas por expertos del Museo de Bellas Artes de Asturias.
Esta obra es una de las que más suele llamar la atención entre nuestros visitantes: “Sin título”, realizada hacia 1934-1936 por Luis Fernández, un óleo sobre táblex que se expone habitualmente en la sala 22 del edificio de Ampliación.
Para esta y otra serie de obras que realizó Luis Fernández a mediados de los años treinta, el artista se sirvió del artificio de la anamorfosis, o deformación en perspectiva de los cuerpos, que fue reivindicada en la primera mitad del siglo XX por el movimiento surrealista. El pintor ovetense comenzó a realizar estos trabajos a la par que ejecutaba sus obras abstractas de síntesis. Arriba la vemos tal cual la podemos encontrar en el Museo mientras que al lado de este texto figura una fotografía en la que podemos reconstruir la imagen que se presenta en el táblex.
En la lista realizada por Fernández con motivo de su exposición retrospectiva en el CNAC, esta clase de trabajos anamórficos aparecían incluidos bajo el epígrafe de “Art fantastique”.
Relacionada con el retrato de 1934-35 y con otros retratos en anamorfosis de la época. Seguramente representa a Jean-Sébastien Swarc, compañero de la imprenta parisina en la que trabajó como cromista desde mediados de los años veinte hasta comienzos de la década de los treinta.
“Mujer de noche en París”, de 1898, es un cuadrito de pequeñas dimensiones pintado por el catalán Hermen Anglada-Camarasa.
Cuando Anglada pintó esta tabla en 1898 llevaba ya unos años tratando de abrirse camino en París -donde vivía, efectivamente, en el 77 de la rue Stes. Pères, como dice la inscripción del dorso de esta tabla-, y tratando también de formar un estilo propio. El gran interés de este cuadro es que nos fecha por primera vez una obra de Anglada de esta temática, más de un año antes de las primeras apariciones en exposiciones públicas de este tipo de piezas. Se trata pues de uno de los primeros ensayos del estilo que consagraría al pintor. El realismo decidido en el que Anglada se había manifestado hasta entonces daba paso a una factura más etérea, aquí todavía algo tímida, pero que ya anunciaba terminantemente la temática y el clima del primer Anglada del Novecientos: esos ambientes frívolos, en los que una figura femenina en primer plano, difuminada en blancos, contrasta con la penumbra de los segundos y terceros términos, plagados de personajes, coches y elementos de restaurante o de cabaret: un esquema que Anglada reiteraría muy a menudo durante cinco o seis años.
La tercera de nuestras obras seleccionadas es este cuadro de El Greco, realizado en colaboración con su taller hacia 1608-1614 y que representa, a pesar de lo que podemos ver en la inscripción, a San Mateo (y no a San Felipe) en su habitual iconografía de escritor del Evangelio.
Una peculiaridad del “Apostolado del marqués de San Feliz”, serie a la que pertenece esta obra, reside efectivamente en que los doce lienzos están rotulados con inscripciones realizadas durante una restauración de 1770-73 y que algunas de las identificaciones son erróneas, como en el caso de San Simón (rotulado como San Bartolomé) y de San Lucas (San Simón según la inscripción), así como en San Felipe y San Mateo, con sus nombres intercambiados.
Este lienzo, procedente de la Colección Pedro Masaveu, se titula “Procesión de San Roque” y fue pintado hacia 1915-1920 por el artista gallego Fernando Álvarez de Sotomayor.
El cuadro representa una procesión en Galicia. A hombros de los fieles y acompañado por un diácono se lleva la imagen, que parece un San Roque. Las mujeres se cubren con pañuelos rojos o anaranjados con adornos verdes a la cabeza, atados en la forma de cacharulo, cruzado en la nuca y atando las dos puntas arriba y adelante.
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