Obras del mes de Julio

Os presentamos las obras del mes de julio seleccionadas por expertos del Museo de Bellas Artes de Asturias.

Corrida de toros en Sepúlveda

El artista José Gutiérrez Solana prestó gran atención a lo largo de su vida a las corridas de toros, tanto en su obra pictórica como en sus escritos. Ya en 1904 pintó varias obras sobre esta temática, pero ésta de 1923 es sin duda una de sus mejores pinturas sobre este tema, y el propio artista debió de considerarla como tal, pues la envió a la Bienal de Venecia de 1924.

En el cuadro Corrida de toros en Sepúlveda se representa el lance más violento de la corrida de toros, el momento en que el picador pone una vara al toro, que chorrea sangre. A la izquierda, otro picador ha descabalgado su montura, herida de muerte por el toro.

La cuadrilla, dispuesta como en un friso, completa el primer término, mientras que en el segundo aparecen otros tres picadores junto a uno de los cuales se sitúa otro caballo en la arena y, en el centro del coso, el torero. Al fondo, se ven los tendidos, repletos de espectadores, que también se asoman a los balcones de las casas que flanquean el edificio consistorial, detrás del cual se yergue la mole del castillo de Sepúlveda. Determinados elementos temáticos y compositivos del cuadro, como el motivo principal o la distribución de la escena en distintos términos, lo relacionan con otras obras del artista como Capea en Ronda, Capea en Turégano, otra Corrida de toros en Sepúlveda, Torerillos en Turégano, El picador y el toro y La corrida de toros.

Para saber más: http://www.museobbaa.com/obra/corrida-de-toros-en-sepulveda/

Azulejo

Se trata de una de las piezas que se exponen desde el pasado 6 de julio en el nuevo montaje de la sala del pintor Aurelio Suárez: “Sin título”, ladrillo vidriado realizado hacia 1947.

Aurelio Suárez trabajó en una fábrica de cerámicas gijonesa desde principios de los años 40 y hasta su jubilación en la década de 1970, principalmente realizando la decoración pictórica y el fileteado de las piezas. Entre las obras que produjo se encuentran algunas, realizadas para disfrute personal, como esta. En ella se representa a una mujer que se apoya sobre un bastón y con un pez a la espalda. Con el colorido habitual en la producción del pintor y la tradicional firma del revés, situada en el ángulo superior derecho, se completa con una inscripción que podría resumir buena parte de la filosofía vital del propio artista: “EN NADA CREO, DE TODO ME RÍO”.

Puedes descubrir más sobre este artista y sobre su labor en el ámbito cerámico en: http://www.aureliosuarez.es/ceramicas.html

 

Campesinos de Gandía

 

Este lienzo de gran formato, obra del pintor catalán Hermen Anglada-Camarasa y realizada en 1909, muestra un motivo de cabalgada, habitual de las fiestas de la región. El artista se sirvió de una fotografía para el motivo central del cuadro, donde aparecen mucho más ornamentados tanto la montura como los jinetes. En el centro de la escena se presenta una pareja vestida con trajes típicos valencianos, tratados con todo lujo de detalles y donde incluso se observa la riqueza de los pendientes y del tocado de la mujer. Ambos montan un caballo engalanado con amplias mantas, petos de flecos y borlas de colores.

A izquierda y derecha se disponen dos figuras femeninas ricamente vestidas que portan botijos de ornamentada cerámica local. En la parte inferior se aprecia una serie de figuras que continúan con el festejo y ayudan a recrear el decorativismo generalizado de la composición. Todos los protagonistas están distribuidos en un friso de figuras planas y estáticas y contornos acentuados, que se convierten en un juego visual donde la materia pictórica se mezcla con los efectos lumínicos creados a través de una pincelada radicalmente suelta, que logra canalizar a través de los trajes tradicionales. Como curiosidad, se ha sabido que el cuadro pasó por un estado de mayor sencillez y en su versión definitiva se agregaron tanto las figuras del fondo, como las de la izquierda y derecha.

Si quieres profundizar en esta obra, visita: http://www.museobbaa.com/obra/campesinos-de-gandia/

 

Diana cazadora

De temática mitológica es el cuadro de Jan Fyt titulado “Diana cazadora”, realizado por el artista en el segundo tercio del siglo XVII.

Se trata de una obra de alta calidad aunque está aún pendiente de estudio. En ella aparece la figura de la diosa Diana, la diosa de la caza, acompañada por dos ninfas y ante un espléndido bodegón de caza que se sitúa en un paisaje boscoso con un claro abierto en la parte derecha de la composición. La figura de Diana, que mira al espectador, quizás pueda corresponder con un retrato de alguna dama notable de la época.

El cuadro es considerado obra de Fyt, que firma la composición y se ocupa de la realización de los animales, y de otro autor sin identificar que se habría encargado de las figuras.

 

Leopoldo Sánchez del Bierzo

 

Nuestra última obra de este mes es este retrato de “Leopoldo Sánchez del Bierzo” realizado en 1857 por Federico de Madrazo y Kuntz.

Continuador de José de Madrazo en los puestos directivos de la vida artística española, su hijo Federico de Madrazo y Kuntz tuvo una amplia formación pictórica e intelectual que le convirtió, a una edad muy temprana, en uno de los introductores del Romanticismo en España a través de la revista El Artista. En sus inicios cultivó con acierto la pintura de historia. También trató la pintura religiosa. Sin embargo, la totalidad de la producción de su madurez es retratística. En ella partió de los modelos de David y de Ingres, vertidos con una cierta proximidad a Paul Delaroche.

La década de 1850 aparece jalonada de una serie de obras maestras que reflejan la fidelidad a la propia tradición española mediante el uso de la pincelada larga velazqueña, la naturalidad en la composición y la elegancia en el gesto, junto a la apertura a las modas internacionales, especialmente francesas, sobre todo en el retrato femenino. Destaca también por su finura de colorista en la gama de negros que emplea.

El viajero inmóvil, de Chema Madoz

A pesar de que para Chema Madoz El viajero inmóvil sea “una exposición que se ve por sí misma, que no necesita de muchas aclaraciones”, os damos a continuación una serie de claves que esperamos os ayuden a disfrutar aún más de la misma.

En esta exposición, promovida y organizada por la Fundación María Cristina Masaveu Peterson para la quinta edición del proyecto Miradas de Asturias —una iniciativa de largo recorrido que promueve desde el mecenazgo la creación de un fondo de obra inédita inspirada en Asturias—, Chema Madoz ha tenido que realizar el trayecto inverso al usual en su trabajo (si quieres saber más, pincha aquí). Esta vez no son los objetos y sus significantes libres los que tienen la palabra, sino que es la propia idea de Asturias la que se convierte en el objeto a observar y definir. Mirar Asturias, requiere, desde la perspectiva y los modos de hacer de Madoz, convertir la realidad de su espacio geográfico, sus costumbres y sus gentes, en una abstracción.

De este modo, y bajo el título de El viajero inmóvil, Chema Madoz propone un paseo por una Asturias abstracta. Un viaje inmóvil, puesto que para la realización de su trabajo no necesita desplazarse al lugar concreto, ni obtener imágenes de la realidad cotidiana, sino que, al igual que hicieran Xavier de Maistre y Dis Berlin,  se trata de viajar por la imaginación para descubrir, en el caso de Madoz, los elementos conceptuales que conforman la idea de una Asturias de la mente.

A través del lenguaje simbólico de las imágenes y los objetos elegidos, Madoz nos acerca al paisaje y a la naturaleza salvaje, al mar y sus habitantes, al clima lluvioso y a la montaña, y, por medio de la colisión de objetos icónicos perfectamente reconocibles, nos habla de sus tradiciones y sus formas de ser. Consigue así conectar la observación del pequeño territorio con ideas y representaciones poéticas que van y vuelven desde la pura abstracción a lo concreto, buscando en su trayecto un conflicto con el significado de las cosas, y utilizando para ello, como es consustancial a su trabajo, el sentido del humor.

La exposición está formada por 34 fotografías positivadas en blanco y negro sobre papel baritado virado al sulfuro y 1 vídeo. Ninguna de las obras tiene título, para evitar desvelar el misterio, para que el juego que establecen con el espectador no sea demasiado evidente. A continuación, vamos a hablar brevemente de 5 de las obras expuestas:

La muestra se abre con un vídeo que muestra el escenario y el patio de butacas del Teatro Campoamor de Oviedo, en el que una enorme catarata cae como si fuera un telón. Se trata de  un perfecto resumen introductorio de la exposición porque pone de relieve la naturaleza como cultura y como espectáculo. La naturaleza, tan presente a lo largo de toda la muestra, representada a través del agua y la cultura, por medio del Teatro Campoamor, un lugar especialmente simbólico dentro de la Comunidad Asturiana, ya que es donde se entregan los Premios Príncipe/Princesa de Asturias.

Chema Madoz. Serie El viajero inmóvil, 2016. Miradas de Asturias, 2017. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Exposición El viajero inmóvil, de Chema Madoz, en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Fotografía: Marcos Morilla

 

El vídeo parte de una fotografía hecha con un pequeño teatrito infantil y una postal de una cascada, que está también presente en la muestra. Además, es la primera vez que Chema Madoz realiza un trabajo en este formato.

En esta imagen (fotografía de la izquierda en la vista de la sala que aparece más abajo) aparece una catenaria, un objeto muy útil pero bastante anodino que aquí se transforma en el soporte de una película. Esta se coloca ante un fondo de luz que funciona, por un lado, como acceso (vedado por la catenaria) a lo desconocido, pero también como una especie de mesa de diapositivas, similar a aquella en la que posiblemente Chema Madoz selecciona sus imágenes. En la película aparecen representadas una serie de nubes en el cielo, un elemento muy presente en su imaginario. Es también interesante ver como se utiliza película de fotografía de medio formato, que tiene unos negativos cuadrados y más grandes.

Chema Madoz contaba que esta fue una de las primeras fotografías que vio positivada y que se emocionó mucho al verla por su gran belleza.

Exposición El viajero inmóvil, de Chema Madoz, en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Fotografía: Marcos Morilla

Exposición El viajero inmóvil, de Chema Madoz, en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Fotografía: Marcos Morilla

La imagen que figura a la derecha es otra de las imágenes más representativas del proyecto. En ella se representa la naturaleza, personificada en ese mar de ganchillo que baña la arena de la playa y, por otro lado, la tradición, aludida a través de los propios tapetes.

Nuestra siguiente parada es “La cabeza de ciervo, una imagen que recuerdo haber visto con mucha frecuencia en los restaurantes asturianos”, afirma Chema Madoz. Este elemento se puede encontrar, además, en otros proyectos de Miradas de Asturias, como en ARSTUSIA, de Joan Fontcuberta .Con ella Madoz estaba tratando de utilizar un objeto que tiene una presencia especialmente llamativa pero desde una perspectiva distinta. En las astas está presente la evocación del bosque pero  aquí se transforman en una especie de armero que en vez de rifles tiene hachas del leñador. Por un lado está presente la idea de la muerte (a través del cráneo) pero tiene también algo de iconográfico, de escudo. Hay además un cierto carácter simbólico por la manera en la que está construida la imagen que le dota de mucha potencia.

Chema Madoz. Serie El viajero inmóvil, 2016. Miradas de Asturias, 2017. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Chema Madoz. Serie El viajero inmóvil, 2016. Miradas de Asturias, 2017. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Colección de Arte Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Fotografía positivada en blanco y negro sobre papel baritado virado al sulfuro.

 

Chema Madoz. Serie El viajero inmóvil, 2016. Miradas de Asturias, 2017. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Exposición El viajero inmóvil, de Chema Madoz, en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Fotografía : Marcos Morilla (detalle).

Por último, en esta fotografía aparece una barca de pesca convertida en una especie de sagrario. Se ha invertido su postura, pues se ha puesto de pie sobre una base y se le han añadido unas puertas que, abiertas, muestran el interior de la barca. Aquí se está trabajando con el contexto religioso y arquitectónico del Románico (tan presente en Asturias) o más bien, del Gótico, con sus arcos apuntados. La religión, la pesca, el mar (hay un salvavidas colocado al pie de de la barca a modo de exvoto), la incertidumbre de lo desconocido,… todo esto se evoca a través de una imagen concebida de un modo absolutamente elemental.