Diálogos entre el cine y la pintura XXII: Misterios retratados

El cinematógrafo es un testigo que reconstituye una figura no solamente espacial sino también temporal de la realidad sensible

 Jean Epstein

¿Qué poder ejerce sobre nosotros la mirada de un personaje que se proyecta desde un lienzo? ¿Cómo nos enfrentamos al desafío de mantener los ojos fijos sobre el retrato de una persona?  En ocasiones la mirada que se nos devuelve desde esos retratos parece ausente, en otras ocasiones desafiante, soñadora o cómplice.  El reto de capturar la imagen física y el alma, o el espíritu de una persona a través del retrato ha sido, y es, uno de los grandes desafíos tanto de las artes plásticas como del cinematógrafo. El modo en el que los artistas se aproximan al objeto que van a retratar define la relación que el público tendrá después con ese retrato. En el caso de la pintura quienes se detienen ante un retrato carecen de una limitación temporal para experimentar y enfrentarse a esa obra. Con la imagen en movimiento el retrato se genera de una manera diferente, los personajes pueden moverse o estar estáticos y las composiciones de los encuadres y la combinación de tamaños de plano, conjugados con la iluminación nos llevan a una contemplación diferente de los retratos en el cine. En ambos casos, la fascinación que embarga a quienes se enfrentan ya sea como creadores o espectadores, a un retrato, y el ánimo por descubrir quién es esa persona retratada y qué sucedía en ese momento congelado en el tiempo captado para siempre por la obra de arte, hace que este género continúe siendo uno de los más misteriosos y atractivo.