Fecha de ejecución:
1923
Técnica:
Óleo sobre lienzo
Medidas:
115 x 142 cm
Procedencia:
Colección Pedro Masaveu
El artista José Gutiérrez Solana (Madrid, 1886-1945) prestó gran atención a lo largo de su vida a las corridas de toros, tanto en su obra pictórica como en sus escritos. Ya en 1904 pintó varias obras sobre esta temática, pero ésta de 1923 es sin duda una de sus mejores pinturas sobre este tema, y el propio artista debió de considerarla como tal, pues la envió a la Bienal de Venecia de 1924.
En el cuadro Corrida de toros en Sepúlveda se representa el lance más violento de la corrida de toros, el momento en que el picador pone una vara al toro, que chorrea sangre. A la izquierda, otro picador ha descabalgado su montura, herida de muerte por el toro. La cuadrilla, dispuesta como en un friso, completa el primer término, mientras que en el segundo aparecen otros tres picadores junto a uno de los cuales se sitúa otro caballo en la arena y, en el centro del coso, el torero. Al fondo, se ven los tendidos, repletos de espectadores, que también se asoman a los balcones de las casas que flanquean el edificio consistorial, detrás del cual se yergue la mole del castillo de Sepúlveda. Determinados elementos temáticos y compositivos del cuadro, como el motivo principal o la distribución de la escena en distintos términos, lo relacionan con otras obras del artista como Capea en Ronda, Capea en Turégano, otra Corrida de toros en Sepúlveda, Torerillos en Turégano, El picador y el toro y La corrida de toros.
En sus escritos, Solana se refirió en numerosas ocasiones a la fiesta taurina en términos muy expresivos y relacionados, en algún caso, con su pintura. Así, por ejemplo, y en el caso de la obra que nos ocupa, el caballo de la izquierda hace pensar en aquel otro que había descrito en Madrid: escenas y costumbres (1918): “exánime y arrodillado; como tiene color blanco, la sangre destaca más y parece pintado de rojo; sosteniéndose sobre las rodillas delanteras intenta levantarse”. Éste sería además una prefiguración del que aparece en el Guernica de Picasso.
El lienzo muestra también ciertos ecos de la expresiva pintura de Ignacio Zuloaga y, sobre todo, la preferencia de Solana por las formas estáticas, cuya inmovilidad acentúa el peso enorme de las arquitecturas del fondo. La voluntaria dureza del dibujo, bien visible en el lomo del toro, parece prolongar, deteniéndola en ese momento, la sangrienta acción. La densidad de la composición y la monumentalidad pétrea del último término, construida con una materia pastosa, se acuerdan con una gama muy austera de color para conformar un verdadero fresco de la España negra.