La exposición es la primera del arte japonés que se celebra en el Museo de Bellas Artes de Asturias, y representa la madurez a la que alcanzó el arte en el periodo Edo (1615-1868), un largo periodo de estabilidad cultural en Japón. Son pinturas, grabados, lacas urushi y otras artes que pertenecen principalmente a los siglos xviii y xix. Las obras expuestas proceden del Museo de Zaragoza y, a su vez mayoritariamente de la colección de Federico Torralba (1913-2012), catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza. Varias piezas se exponen por primera vez al público acompañadas de nuevos estudios. A la vez, dos obras gráficas del pintor Léonard Foujita (1886-1988) que el Museo de Bellas Artes de Asturias posee completan la muestra.
Se exponen básicamente dos tipos de pintura en sus variados formatos tradicionales, que son, por un lado, la pintura en color de larga tradición que se remonta al siglo x y, por otro lado, la pintura monocromática muy vinculada al budismo zen, caracterizada por las sutiles aguadas capaces de expresar una gran variedad de grises y por los hábiles trazos del pincel. Partiendo de las premisas de ambos tipos de pintura, el grabado de madera experimentó un gran desarrollo artístico y técnico en la segunda mitad del siglo xviii, un arte hedonístico y licencioso demandado por los ciudadanos de a pie. Este grabado denominado de estilo ukiyoe tiene en esta exposición una amplia presencia: elegantes mujeres, gallardos hombres y fantásticos paisajes y naturalezas, que incluyen obras de Utamaro, Hokusai y Hiroshige. El grabado ukiyoe, ampliamente conocido en Europa desde finales del siglo xix, fue el principal causante del japonismo en el ámbito europeo y americano en el paso del siglo xix al xx.
La exposición tiene, a la vez, la intención de introducir a los visitantes las claves del arte japonés de la época, donde prima el concepto de elegancia, sutileza e incluso refinamiento. Los objetos de laca japonesa urushi –otro arte que representa a Japón— que acompañaban la vida de la clase samurái y de los acomodados ciudadanos como cajitas inrō y estuches para inciensos, también tienen una buena presencia en la muestra y sirven transmitir esa madurez artística y cultural del periodo Edo. La exposición incluye una representación del universo de la ceremonia del té, de un espíritu sobrio y exquisito, y el mundo del diseño de la escuela Rinpa, que también dejó huellas significativas en el japonismo.