Exposiciones

Negro Silencio, de Tadanori Yamaguchi

Negro Silencio, de Tadanori Yamaguchi

Programa de proyectos específicos

Del 30 de abril de 2014 al 3 de agosto de 2014

Tadanori Yamaguchi, artista japonés afincado en Asturias, es licenciado en Arte Creativo por la Universidad de Kyoto (Japón). Desde su instalación en la región en 1997, a donde llegó gracias a una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, ha venido desarrollando una intensa y prolífica labor creativa, que ha sido presentada en numerosas exposiciones individuales y colectivas en salas de exposiciones, galerías y museos de Asturias, León, Santander, Murcia, Madrid, Barcelona, Portugal, Londres y Japón. Dedicado fundamentalmente a la escultura en piedra granítica y mármol, destaca también en el ámbito de las instalaciones, la pintura y el diseño de proyectos de arte público, algunos de ellos en colaboración con los hermanos Portilla Kawamura. Sus obras, fruto del dominio de la materia, de una profunda síntesis expresiva y de una exquisita sensibilidad estética, han sido reconocidas con algunos de los principales galardones artísticos de la región, como el del XLIII Certamen Nacional de Arte de Luarca (2012) y el Primer Premio en el IX Certamen Nacional de Pintura Casimiro Baragaña (2013).

Negro silencio fue un proyecto específicamente diseñado para el Museo de Bellas Artes de Asturias. La muestra estuvo compuesta por una serie de piezas escultóricas, pinturas y dibujos, a través de los cuales el artista japonés reflexionó sobre aspectos tan variados como el origen y la evolución de la vida, los secretos de su formación y el tiempo asociado a la misma, la pervivencia de la energía vinculada a la materia, el misterio insondable de la creación y el papel del artista como demiurgo o hacedor, capaz de insuflar espíritu y aliento poético a todo aquello que toca. Así se apreció en obras como El Transcurrir de la vida…, serie de cuatro piezas instalada en el patio de Velarde que nos mostró la evolución de las formas desde el volumen prístino del cubo perfecto a las formas moleculares, plenas de vida (o de muerte, por asociación con su color negro), presentes en su producción más reciente y moduladas por la mano hábil del artista sobre la dura piedra de Calatorao. Volúmenes pesados (cada pieza supera los 200 kilos de peso) y compactos que contrastaron con la levedad férrica de Hélice y Doble hélice, esculturas instaladas en el mismo patio de Velarde que se desarrollaban como “dibujos en el espacio”, inmortalizando el recorrido y la transformación de la vida. Esta visión se completó en la sala con otras dos estructuras moleculares y, muy especialmente, con sus trabajos sobre el Big Bang, en los que las formas estallaban, nacían y se transformaban a través del fino trazo dibujístico o del kizamu, término polisémico japonés que hace alusión al paso del tiempo pero también a las acciones de rayar, de grabar, y que era utilizado por Tadanori para referirse a una peculiar técnica en la que, a través del paso del tiempo y mediante el rayado insistente (en ocasiones llega hasta las dos mil incisiones) de una mezcla de resina con polvo de mármol, yeso y pintura, conseguía transmitir toda la fuerza expresiva de la gran explosión creadora del Universo.

Tadanori Yamaguchi

Tadanori Yamaguchi, El transcurrir de la vida, 2014. Fotografía: José Ferrero

En palabras del propio artista, con este proyecto trataba de crear escultura. Al comenzarla, al tallarla, se aplicaba fuerza al material, energía, pensamiento, tiempo e ideología. El sentimiento de ese crecimiento, de ese proceso, por consiguiente de esa vida, aquí representada, se convertía en una forma que era derramada por la mano que la creaba. Ese acto era por tanto ARTE, por tanto VIDA, por tanto MUERTE.

José Ferrero, El transcurrir de la vida, 2014. Fotografía. Museo de Bellas Artes de Asturias

Tadanori Yamaguchi, El transcurrir de la vida, 2014. Fotografía: José Ferrero

José Ferrero, El Transcurrir de la vida, 2014. Fotografía. Museo de Bellas Artes de Asturias

Tadanori Yamaguchi, El transcurrir de la vida, 2014. Fotografía: José Ferrero

La exposición, comisariada por el director de la institución, Alfonso Palacio, continuó el programa dedicado a artistas contemporáneos en el Museo que se inició en otoño de 2013 con Fulgor, de Ramón Isidoro. Con este programa expositivo la pinacoteca asturiana persigue consolidar la institución como un centro vivo que aglutine las corrientes artísticas actuales y las ponga a dialogar con sus antecedentes a través de cuidados proyectos ideados expresamente para el centro por artistas contemporáneos de sólida trayectoria, los cuales, como Tadanori Yamaguchi, establecen un intenso diálogo con el ámbito que les acoge. También pretende continuar la exploración de los lenguajes y discursos por los que avanza nuestra creación, ofrecer una plataforma más, en este caso institucional, para su exhibición, y reforzar la relación del Museo con lo más reciente del arte hecho por las distintas generaciones que habitan en nuestra comunidad.

Vista general de la exposición

Tadanori Yamaguchi, Vista general de la exposición, 2014. Fotografía: José Ferrero

Vista general de la exposición. Sala

Tadanori Yamaguchi, Vista general de la exposición, 2014. Fotografía: José Ferrero