Naturaleza muerta

Naturaleza muerta

María Blanchard (Santander, 1881-París, 1932)

Fecha de ejecución:

ca. 1918

Técnica:

Óleo sobre lienzo

Medidas:

80,5 x 60 cm

Procedencia:

Colección Pedro Masaveu

El lienzo Naturaleza muerta, realizado hacia 1918 por la artista María Blanchard (Santander, 1881-París, 1932), es una de las obras sobresalientes del arte de vanguardia que se puede contemplar en el Museo de Bellas Artes de Asturias tras su ingreso como parte de la Colección Pedro Masaveu.

Blanchard fue una de las principales representantes españolas de la Escuela de París. En esta ciudad, en la que residió buena parte de su vida, asumió influencias de autores de la talla de Juan Gris, con quien mantuvo una estrecha relación de amistad. Su contacto con este y otros creadores le permitió estar al corriente de todas las novedades artísticas de la vanguardia parisina y enriquecer su pintura. A partir de 1916 se acercó al cubismo sintético, adoptando un lenguaje próximo al de Gris, si bien con matices personales en cuanto al uso del color y la luz. Además, en estos años su pintura llamó la atención del famoso marchante Léonce Rosenberg, que adquirió una gran suma de sus piezas cubistas para su galería L’Effort Moderne, espacio expositivo que la artista compartió con figuras como Picasso y Braque.

La obra presente en Oviedo, que no aparece fechada ni firmada, se desarrolla en un formato vertical frecuente en todos sus lienzos cubistas. Como es habitual en estas composiciones, en el plano inferior se reconoce una mesa dispuesta con una de sus esquinas saliendo hacia el espectador, lo que contribuye a crear una cierta sensación de profundidad. Sobre ella, la artista dispone un bodegón cuyos objetos son difícilmente identificables tras el proceso de deconstrucción al que han sido sometidos. Destaca sobre el conjunto un elemento vertical que quizás pueda ser identificado con una botella, por similitudes con otros trabajos de la misma temática y estilo.

La imagen se compone a base de numerosos planos geométricos coloreados que se superponen. Esta superposición da a la obra sensación de espacialidad, en contraste con la bidimensionalidad característica del cubismo analítico así como de otros lienzos de la misma época de la artista. Los planos monocromos y de menor tamaño del cubismo analítico dan paso aquí a otros de mayor riqueza cromática, que mediante sus distintas combinaciones sugieren formas concretas de la realidad. A partir de 1919, los objetos con los que compone sus naturalezas muertas comenzarán a identificarse con mayor facilidad. Se inicia así el camino de regreso a la figuración, si bien su experiencia cubista dejará una huella claramente visible en su pintura posterior.