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Diálogos entre el cine la pintura (XVII) – Tentaciones capitales

4 de noviembre de 2020, 18:00

11 de noviembre de 2020, 18:00

18 de noviembre de 2020, 18:00

25 de noviembre de 2020, 18:00

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Frente a la obligación moral de seguir el buen camino, evitando sucumbir a las tentaciones de las fuerzas que habitan en las tinieblas, el ser humano se ve provocado permanentemente por el mal. El mal y sus encantos han sido desde siempre objeto recurrente en innumerables relatos, obras plásticas, composiciones musicales y, por supuesto, películas. Sin duda es untema fundamental en el arte, siendo empleado por los artistas como vehículo capaz de explicar de muy diversas formas la compleja condición humana, perpetuamente cargada de contradicciones, flaquezas y carencias.

Tentación, pecado y diablo. En torno a estos tres conceptos se articula la exposición El diablo tal vez. El mundo de los Brueghel. Estas tres nociones han sido recogidas por los cineastas desde el origen mismo del cinematógrafo. Comenzando por las fantasías juguetonas de Chomón o Méliès hasta las fábulas más terroríficas y cargadas de globulina de nuestros días, pasando por los seductores y oscuros demonios de los años 70 y 80.

La presencia de la tentación, ligada en numerosas ocasiones a los asuntos románticos, tiene una de sus mejores representaciones en pantalla gracias a la adaptación del Fausto de Goethe realizada por el director alemán F.W. Murnau.

El universo pictórico de los Brueghel sirve de inspiración a dos cineastas aparentemente tan alejados como Tarkovsky y Roy Andersson. El primero se sirve de algunas imágenes referenciales para evocar sus recuerdos de infancia. La obra de Pieter Brueghel el Viejo Los cazadores en la nieve (1565) es citada por el cineasta ruso quien también emplea con maestría el paisaje natural como elemento expresivo de gran fuerza, al igual que hizo el pintor flamenco siglos atrás.

Andersson despliega su peculiar sentido del humor para bucear en las claves del comportamiento humano, inspirándose en la paleta de colores del maestro, logrando una inesperada conexión entre ambos ligada a cierta idea de lo absurda que puede ser la vida.

Más cercano a la estética de Brueghel en lo formal que, en lo temático, y buscando la perfección de un tableaux vivant, el polaco Lech Majewski es capaz de trasladar al cine el universo del artista con sorprende acierto.